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Las memorias del cuerpo

Un saludo cariñoso para todos.

Los padres son una pieza fundamental del desarrollo de los Valores humanos en los niños y niñas. Para ello hay un espacio dentro de las prácticas del colegio dedicada a los padres de familia que se denomina “talleres de padres”.

Para la comprensión de este eje misional nos planteamos preguntas importantes ¿Por qué? ¿para qué? ¿qué? ¿cómo? Las dos primeras se resolvieron, el ¿qué vamos a ofrecer en los talleres de padres? Es el tema que nos compete en este momento. Se desarrolla a partir de cuatro cambios de enfoque que resultaron de la experiencia, estos son:

  • Poner el esfuerzo en la causa y no en la consecuencia.
  • Poner el esfuerzo en reforzar lo que se hace bien y no en la dificultad.
  • Poner el esfuerzo en cambiar el pensamiento y no la conducta.
  • Poner el esfuerzo en cambiarnos únicamente a nosotros y no a los demás.

Venimos acercándonos, comprendiendo el primer punto “Poner el esfuerzo en la causa y no en la consecuencia”. En un primer escrito expuse por qué la consecuencia está tan lejana de ser modificada si antes no atendemos la causa. ¿Qué creen ustedes que sucede cuando vamos a buscar las causas de los comportamientos?

Las respuestas son múltiples por las diversas capas de profundidad y por las numerosas caras desde donde hacer la observación y están dividas en dos grandes grupos: las del cuerpo y los condicionamientos. En este capítulo revisamos las del cuerpo y lo que intuyo sucede cuando se intervienen. En el próximo capítulo, revisaremos los condicionamientos.

 

Las memorias del cuerpo

El cuerpo define un destino decía Freud. En el cuerpo se reúnen factores congénitos, hereditarios, pulsiones, instintos y memorias.

Con factores congénitos me refiero a las características con las que nacemos. Nuestro fenotipo (rasgos físicos), discapacidades, malformaciones y enfermedades que provienen de fallas en la embriogénesis. Los factores hereditarios los entiendo como predisposiciones o vulnerabilidades que provienen de nuestros progenitores. Por ejemplo, las adicciones, los estados depresivos o ansiosos, la diabetes, la obesidad, etc. No se hereda la enfermedad, pero si la fragilidad, que, si encuentra el medio propicio para crecer, se desarrolla.

Las pulsiones y los instintos son esos actos reflejos que provienen del cerebro reptiliano o primitivo, en donde se asegura la reproducción y la sobrevivencia. Aunque todos tenemos pulsiones e instintos, hay personas que son más sexuales, hay quienes tienen una mayor necesidad de movimiento o agresividad, hay quienes necesitan más atención que otras.

Las memorias. El cuerpo es un reservorio inconmensurable de las primeras vivencias. Cuando el recién nacido nace y hasta que no tengamos representación simbólica, es decir lenguaje, los eventos que nos suceden quedan recolectados en el cuerpo a manera de sensaciones físicas o sentimientos y emociones.

Por ejemplo, si un recién nacido pierde a su madre, podremos pensar que vendrá un cuidador sustituto y que ese bebé no dará razón de haber perdido a su madre. No es así. Queda en su cuerpo la sensación del vacío de una madre, la ausencia de quien era él mismo, porque un recién nacido no tiene la idea de un algo distinto a él. Algo de profundo dolor o displacer quedó tejido en su cuerpo.

Lo expongo de manera dramática, pero las memorias del cuerpo son la mayoría de las memorias que tenemos, desde la sensación de hambre, hasta el contacto con la piel de la madre, su voz, la relación entre los padres, no hay nada que se escape a la memoria del cuerpo hasta cuando es parcialmente sustituido por la palabra y el lenguaje.

El cuerpo siempre es un factor determinante en el comportamiento y más si tenemos discapacidades, si tenemos una carga hereditaria de generaciones, si tenemos pulsiones intrínsecamente enérgicas, si tuvimos de recién nacidos o lactantes considerable carencia de cuidado o grandes pérdidas. El cuerpo siempre define nuestro comportamiento en mayor o menor medida.

Y entonces, ¿qué sucede si vamos a la causa y está en el cuerpo? ¿Cómo intervenimos desde el taller de padres? Siempre hay algo que hacer, aunque no parezca significativo. No podemos intervenir el cuerpo desde lo congénito, lo hereditario, desde los impulsos y pulsiones, ni borrar las memorias del cuerpo. Pero podemos ofrecer nuevas experiencias corporales, esta vez procurando que sean gratificantes.

El taller de padres en el colegio se realiza una vez al mes, el día domingo. Al final del taller, hay un refrigerio con una bebida caliente y un rico pan. Esta acción procura que los padres se sientan cuidados y alimentados, que se reúnan en un ambiente seguro sin rivalidades porque hay para todos, que se encuentren con sus pares sin “padres” dentro de un ambiente cálido y ligero. Hay una atmósfera amorosa creada en el taller, que se extiende a este momento de “recreo” en donde no hay guión. Esto se repite y va creando experiencias que se acumulan y comienza a esbozarse una re-escritura. Lentamente, a pequeñas dosis, quizás insuficientemente al inicio hasta que la gota número 100.000 rompa la piedra.

Con certeza a medida que se vaya caminando este blog, retomaremos otras prácticas encaminadas a lo mismo. Y vamos dándonos una idea de las posibilidades que tiene la transformación.

Una feliz semana

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